He visto muchos emprendimientos. Me dolía en el alma ver como se jugaban la plata de sus familias, sus ahorros, y cometían errores que eran simplemente falta de entrenamiento.

Siento constantemente el elitismo de la innovación. Las palabras en inglés, la plata que debes ahorrar para realmente poder hacer una startup que aplazará un ingreso estable dada su innovación, que seamos los mismos de siempre en los mismos círculos y esos aires de superioridad que veo a veces cuando un emprendedor ha tenido un (leve) éxito. Como si ser un emprendedor exitoso te hiciera un humano diferente.

Súmenle a todo eso un mundo lleno de charlatanes, muchos de ellos con buenas intenciones, pero que de tanto repetir “Tú puedes, confía en ti, no te rindas”, como si con eso bastara, han llevado a cientos de emprendedores a un camino sin retorno.

Tras mi salida de Corfo, sentía que me había “hecho un nombre”, sentía que ya no era ese niño temeroso de clase media que llegó desde Antofagasta con el único objetivo de ganar dinero para ya no ser una carga familiar, sentía que saber conceptos relevantes de innovación me obligaba a ayudar.

Pero no podía hacerlo uno a uno.

Así que por esto lo hago. Lo hago porque creo que es mi deber. Lo hago porque creo que fue suerte y un privilegio llegar a este nivel de entendimiento de la innovación (sabiendo que me queda muchísimo más por aprender) y lo hago porque creo que la gente en su estado más básico es buena. Y ser amable es una característica que creo todos tenemos que desarrollar. Me gusta pensar que este es un lugar amable, un lugar donde puedes preguntar lo que no te atreves en otras partes, un lugar en donde la innovación es algo que está al alcance de la mano.

Por eso lo hago.